La mirada del agricultor sólo ve unas malas hierbas
invasivas. Algunas son una plaga, porque brotan y rebrotan aunque las arranques
de cuajo. El agricultor no puede creer que plantas tan maltratadas consigan
sobrevivir. Las cultivadas crecen en colchón de plumas, se las mima y
sobrealimenta, se las aparta de malas compañías… Y un día, en medio de esa
aparente vitalidad con que se muestran al ojo hortelano, un fenómeno atmosférico
adverso acaba con ellas. O una pandilla de bichitos que vienen a darse un
banquete. Todo les afecta a estas melindrosas.
Sus camaradas silvestres, en cambio, ni se inmutan. Sequías,
inundaciones, sed, encharcamiento o venenos fumigados sobre sus hojas
turgentes, a todo se habitúan. Aguantan las heladas con la misma entereza que
el abrasador sol de julio. Hasta en el peor de los casos, masacradas tras
desigual combate con las cortadoras de césped, estas heroínas vuelven a asomar.
Una, dos, las veces que la máquina genocida actúe, sólo un ápice de raíz
anclado en tierra será suficiente. Y una nueva planta orgullosa crecerá para
desafiar al mundo.
La mirada del agricultor sólo ve malas hierbas. Yo veo
verdura. ¿No habría que aprovecharse de ese privilegio? No tienes que ocuparte
de regarla, la puedes pisar y te puedes olvidar de que crece ahí en el prado,
por su cuenta y sin pedirte nada, y que te espera para cuando la necesites.
Sólo tienes que ir y recogerla. Al poco tiempo tendrás una nueva planta, o la
misma replicada, rebrotada, multiplicada, da igual, las plantas silvestres
siempre se las arreglan para sobrevivir. Llevan haciéndolo sin ayuda desde la prehistoria.
Yo veo verdura. ¿Por qué habría de ver otra cosa? Es verdura. Con sólo un minuto de recolección he acopiado ingredientes para un arroz a la carnicera, con hierba carnicera, claro, una especie invasora e indestructible que, para mayor suerte, ¡se come! Crece por doquier, en huertas, prados, solares, muros. Unas pocas hojas bastan para un arroz, hojas que la planta repondrá en poco tiempo. ¿No estamos de enhorabuena?
La hierba carnicera, cuyo nombre científico es Conyza bonariensis (o Eringerum canadensis), es también una planta medicinal. Es diurética, depurativa y antirreumática. Especialmente indicada para eliminar el ácido úrico. Ecelente para tratar la cistitis y otras afecciones urinarias. Tiene propiedades hepatoprotectoras y actúa eficazmente en casos de gastritis y úlceras de estómago o duodeno. Por vía externa es cicatrizante y antiinflamatoria. Mejora su potencial curativo al asociarla con llantén (para cicatrizar) y con malva (como antiinflamatorio).
A la vista de los beneficios que nos aporta, ¿qué sentido tiene esa inquina contra la hierba carnicera, excepto llenar los bolsillos de Monsanto? Si hasta puede ser útil en la agricultura: sus hojas repelen a los pulgones y la planta constituye un magnífico abono verde. ¿A qué viene tanta fijación con la guerra química hasta la victoria final? Intentan erradicar el amaranto -otra mala hierba- de los cultivos de soja. Y ocurre que el amaranto resiste el herbicida, pero la soja no. Qué bonita paradoja. O ésta: resulta que el amaranto es una de las mejores verduras que existen, y sus semillas, sumamente alimenticias, son más proteicas que las de la soja. Se ve que el exceso de civilización nos ha aflojado un tornillo en nuestra cabeza.
¿Quieres una verdura que crece sola, que se recolecta con dos dedos, que se limpia en un abrir y cerrar de ojos, que se cuece en el tiempo de un arroz y con un sabor suave y ligeramente aromático? Estamos hablando de la hierba carnicera. No hay modo más inteligente de controlar las plantas invasoras comestibles que... ¡comiéndolas! Cuesta creer las vueltas que hay que dar para llegar a este sencillo razonamiento.
Hierba carnicera Foto: Miguel Morales |
La hierba carnicera, cuyo nombre científico es Conyza bonariensis (o Eringerum canadensis), es también una planta medicinal. Es diurética, depurativa y antirreumática. Especialmente indicada para eliminar el ácido úrico. Ecelente para tratar la cistitis y otras afecciones urinarias. Tiene propiedades hepatoprotectoras y actúa eficazmente en casos de gastritis y úlceras de estómago o duodeno. Por vía externa es cicatrizante y antiinflamatoria. Mejora su potencial curativo al asociarla con llantén (para cicatrizar) y con malva (como antiinflamatorio).
A la vista de los beneficios que nos aporta, ¿qué sentido tiene esa inquina contra la hierba carnicera, excepto llenar los bolsillos de Monsanto? Si hasta puede ser útil en la agricultura: sus hojas repelen a los pulgones y la planta constituye un magnífico abono verde. ¿A qué viene tanta fijación con la guerra química hasta la victoria final? Intentan erradicar el amaranto -otra mala hierba- de los cultivos de soja. Y ocurre que el amaranto resiste el herbicida, pero la soja no. Qué bonita paradoja. O ésta: resulta que el amaranto es una de las mejores verduras que existen, y sus semillas, sumamente alimenticias, son más proteicas que las de la soja. Se ve que el exceso de civilización nos ha aflojado un tornillo en nuestra cabeza.
¿Quieres una verdura que crece sola, que se recolecta con dos dedos, que se limpia en un abrir y cerrar de ojos, que se cuece en el tiempo de un arroz y con un sabor suave y ligeramente aromático? Estamos hablando de la hierba carnicera. No hay modo más inteligente de controlar las plantas invasoras comestibles que... ¡comiéndolas! Cuesta creer las vueltas que hay que dar para llegar a este sencillo razonamiento.
Invasoras, indestructibles y alimenticias Foto: Miguel Morales |
Me parece muy interesante la utilización de recursos silvestres, pero complemento de la agricultura, no para sustituirla.
ResponderEliminarYo propongo la relación inversa: la agricultura para complementar los recursos silvestres.
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