miércoles, 5 de febrero de 2014

Cómo pudo ser

Fotografía Miguel Morales

En un tiempo remoto nuestros antepasados vivían en los árboles. Saltando de rama en rama y sin necesidad de bajar al suelo obtenían todo lo que necesitaban para la subsistencia. Las arboledas entonces eran inmensas, y era fácil recorrer grandes distancias pasando de una copa a otra. Así, el primate de aquellos tiempos siempre disponía de suficiente provisión de frutos arbóreos, la base de su alimentación, complementada con algunas hojas y, quizá, pequeños insectos.

Diversos cataclismos, incendios o catástrofes naturales en una época de gran actividad geológica fueron abriendo grandes claros en los bosques, y la vida arborícola empezó a resentirse. Ya no era como antes, que la superficie de las copas de los árboles entrelazadas parecía infinita. Ahora se terminaba. Lo inquietante era lo que venía después. Los habitantes de los árboles no estaban acostumbrados a las estepas: extrañamente llanas, hasta donde alcanzaba la vista. Después de un infranqueable vacío aparecía un árbol lejano. ¿Cómo llegar a él? Ese mundo de ahí abajo, sin referencias ni orillas, sin sombras protectoras, sin ramas a las que asirse, ¿qué peligros deparaba?
Más que la prudencia, acuciaba el hambre; y también, en buena medida, la curiosidad. Llegado al límite del mundo conocido, el primate bajó del árbol para explorar lo desconocido. Y se encontró con algo que no había previsto desde la altura de la copas. Las plantas herbáceas de la estepa le impedían ver a lo lejos. En el suelo, esas gramíneas silvestres precursoras de nuestros cereales superaban en altura a nuestros antepasados cuadrumanos. Un obstáculo para los ojos, pero no para la superioridad evolutiva de nuestra especie que supo encontrar, una vez más, en el problema la solución: ponerse en pie.

Fotografía Miguel Morales
El flamante bípedo constató que la nueva postura no traía más que ventajas. La visión panorámica, por encima de la altura de las plantas, fue la primera. Sobrepasando los obstáculos, el nuevo mundo empezaba a ser comprendido. Por otra parte, liberados de posar en el suelo las manos delanteras, aquellos antepasados descubrieron que podían usarlas para manipular objetos, cosa que estimuló su creatividad dando lugar a las primeras herramientas e instrumentos de trabajo. 
En este período la inteligencia humana experimentó un enorme desarrollo. Surgió la caza y, con ella, otra novedad: la obtención de reservas de alimentos. El hombre podía asentarse en colonias y disfrutar de tiempo libre. El gran desarrollo de la inteligencia se produjo aquí, y no por comer carne, como sostienen algunas teorías, sino porque el tiempo ganado a la trashumancia permitió a este homínido dedicarse al cultivo pleno de sus facultades, disponiendo de dos manos útiles y de una inteligencia en continuo estímulo. El mundo ya se representaba por el arte y la escritura, y las plantas ya se obtenían de la tierra a partir de las semillas. 
Y he ahí cómo pudo ser la historia y quizá haya sido. Desde entonces el progreso, las guerras, los reyes y las crisis. Tal vez lo de bajarnos de los árboles no haya sido, al final, tan buena idea. Ya lo debatiremos.

Fotos Miguel Morales




3 comentarios:

  1. Me ha encantado, estaré muy atento a próximos capítulos... o entradas o como se llamen.

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  2. Es un punto de vista interesante. ¿Refleja la realidad?

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  3. Yo soy de los que piensan que las cosas ocurrieron así. Gracias por vuestros comentarios.

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